Diferencia entre autoconcepto y autoestima
Diferencia entre identidad propia y autoestima
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El autoconcepto es la imagen que tenemos de nosotros mismos. ¿Cómo se forma y cambia esta imagen propia a lo largo del tiempo? Esta imagen se desarrolla de varias maneras, pero está particularmente influenciada por nuestras interacciones con personas importantes en nuestras vidas.
El autoconcepto tiende a ser más maleable cuando se es más joven y se está aún en el proceso de autodescubrimiento y formación de la identidad. A medida que uno envejece y aprende quién es y qué es importante para él, estas autopercepciones se vuelven mucho más detalladas y organizadas.
Pero cuando hay un desajuste entre cómo te ves a ti mismo (tu autoimagen) y quién desearías ser (tu yo ideal), tu autoconcepto es «incongruente». Esta incongruencia puede afectar negativamente a tu autoestima.
Los niños pequeños tienden a tener una imagen de sí mismos generalmente positiva. Este optimismo suele ser el resultado de la falta de comparación social a la hora de hacer autoevaluaciones (Ruble, Boggiano, Feldman y Loeble, 1980), y con la comparación entre lo que el niño podía hacer antes y lo que puede hacer ahora (Kemple, 1995). Sin embargo, esto no significa que los niños en edad preescolar estén exentos de autoevaluaciones negativas. Los niños en edad preescolar con vínculos inseguros con sus cuidadores tienden a tener una menor autoestima a los cuatro años (Goodvin et al., 2008). Goodwin y sus colegas también encontraron que el afecto negativo materno produce más autoevaluaciones negativas en los niños en edad preescolar.
Diferencia entre autoconcepto y autoimagen
Nuestro autoconcepto también se forma a través de nuestras interacciones con los demás y sus reacciones hacia nosotros. El concepto del yo en el espejo explica que nos vemos reflejados en las reacciones de otras personas hacia nosotros y entonces formamos nuestro autoconcepto basándonos en cómo creemos que nos ven los demás.1 Este proceso reflexivo de construcción de nuestro autoconcepto se basa en lo que otras personas han dicho realmente, como «eres un buen oyente», y en las acciones de otras personas, como acudir a ti para pedir consejo. Estos pensamientos evocan respuestas emocionales que alimentan nuestro autoconcepto. Por ejemplo, puedes pensar: «Me alegro de que la gente pueda contar conmigo para escuchar sus problemas».
También desarrollamos nuestro autoconcepto mediante comparaciones con otras personas. La teoría de la comparación social afirma que nos describimos y evaluamos en función de cómo nos comparamos con otras personas. Las comparaciones sociales se basan en dos dimensiones: superioridad/inferioridad y similitud/diferencia.2
En términos de superioridad e inferioridad, evaluamos características como el atractivo, la inteligencia, la capacidad atlética, etc. Por ejemplo, puedes juzgar que eres más inteligente que tu hermano o menos atlético que tu mejor amigo, y estos juicios se incorporan a tu autoconcepto. Este proceso de comparación y evaluación no es necesariamente malo, pero puede tener consecuencias negativas si nuestro grupo de referencia no es el adecuado. Los grupos de referencia son los grupos que utilizamos para la comparación social, y suelen cambiar en función de lo que estamos evaluando. En cuanto a la capacidad atlética, muchas personas eligen grupos de referencia poco razonables con los que realizar la comparación social. Si un hombre quiere ponerse en mejor forma y empieza una rutina de ejercicios, puede sentirse desanimado por su dificultad para seguir el ritmo del instructor de aeróbic o del compañero de carrera y juzgarse a sí mismo como inferior, lo que podría afectar negativamente a su autoconcepto. Utilizar como grupo de referencia a personas que han comenzado recientemente un programa de ejercicio físico, pero que han mostrado progresos, podría ayudar a mantener un autoconcepto más preciso y, con suerte, positivo.
Ejemplos de autoestima y autoconcepto
«El autoconcepto es una descripción objetiva de cómo te percibes a ti mismo. Si tu percepción está distorsionada, esta descripción puede no ser una representación exacta de ti, pero SÍ es una declaración exacta de lo que crees de ti mismo.»
Todos tenemos un sentido del yo. Que ese sentido del yo sea positivo o negativo se basa en nuestras experiencias en la vida y en nuestras percepciones y evaluaciones de nosotros mismos. Si nuestra autoevaluación fuera siempre correcta, no tendría necesidad de escribir este artículo. Sin embargo, el problema es que nuestra percepción de nosotros mismos suele estar distorsionada.
Las experiencias anteriores pueden distorsionar esta percepción. Por ejemplo, una persona que crece en una familia perfeccionista puede verse a sí misma como si siempre estuviera por debajo de las expectativas de la familia. En consecuencia, por mucho éxito que tenga, se ve a sí misma como un fracaso.
O un niño al que sus hermanos mayores molestan constantemente: «¡Qué estúpido!» o «¡Qué tonto!». Puede llegar a creer estas etiquetas sobre sí mismo. Por desgracia, las personas que creen en ciertas etiquetas suelen vivir de acuerdo con ellas, o no. Las etiquetas pueden crear una profecía autocumplida de expectativas. Se espera a sí mismo que sea estúpido, por lo que nunca intenta demostrar lo contrario.